Los Muiscas estaban organizados en tres grandes cacicatos o
confederaciones: El de Bacatá (Bogotá), el de Hunza (Tunja) y el de tundaza
(Duitama). Además había otros cacicatos menores como el de Sáchica. Cada grupo
de estos tenía su gobierno independiente, una jurisdicción territorial sobre
una serie de poblados que les pagaban tributo. El jefe principal o cacique era
obedecido por todos.
El soberano más importante fue el Zipa o señor de Bacatá,
quien residía en Funza; era venerado por sus súbditos, poseía grandes riquezas,
joyas y disfrutaba de casas de recreo. Otro jefe fue el Zaque de Hunza,
soberano de gran fama, admirado, porque según los indios tenía origen divino.
El cacique Tundama se hizo célebre por ser gran militar.
Social y económicamente, entre los Muiscas existieron seis
clases o estamentos, así: los sacerdotes o jeques, la nobleza guerrera o los
guechas y los pregoneros o aquellos funcionarios que hacían conocer la voluntad
del cacique. También estaban los
comerciantes, los artesanos y los agricultores, que se regían por un orden
jurídico rígido. También sobresalieron los mineros en especial los que
trabajaban en las minas de sal y esmeraldas y por último, los esclavos que,
generalmente, eran prisioneros de guerra y a veces servían para los sacrificios
religiosos.
Los ancianos eran muy respetados formaban parte de un
consejo para ayudar a los caciques en el gobierno. Las leyes de los chibchas
eran muy sabias. Castigaban con rigor a quienes robaban, mentían o mataban. Su principal
legislador fue el Zipa Nemequeme.
Pagaban impuestos para sostener a los sacerdotes, a los
ancianos y a los inválidos; no eran guerreros pero cada soberano tenía su
ejército para defenderse, en caso de ataque o guerra declarada.
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