Alfarería y
Cerámica
La alfarería se desarrolla en lugares cercanos a las fuentes
saladas para hacer las gachas o moyos en que se compactaban los panes de sal.
Los grandes talleres de cerámica artística, estuvieron en los pueblos
circunvecinos a Tocancipá, Gachancipá, Cogua, Guatavita, Guasca y Ráquira,
cuyas arcillas especiales ofrecían materia prima excelente para estas labores.
Los Alfareros chibchas, con los artificios de su industria
llenaban otras necesidades, tales como: husos y torteros de hilandería,
rodillos labrados para impresión de relieves, bruñidores, crisoles y matrices
de fundición, ocarinas y otros instrumentos musicales, así como multitud de
pequeños implementos cuya aplicación no se ha podido establecer.
Orfebrería
Para los orfebres Muiscas, el arte tenía un doble
significado: expresión estética y simbolismo religioso. Entre la orfebrería
muisca sobresalen los tunjos, piezas con unas características definidas: pequeñas
figuras humanas de una pieza, construidas en lámina delgada, en forma de placa
triangular. Son estilizaciones hechas en la técnica de la cera perdida. En los
cementerios y santuarios indígenas se han encontrado muestras de estas
industrias, como patenas, instrumentos musicales, vasijas y como cosa
sobresaliente los tunjos o ídolos de oro.
Los chibchas o muiscas obtenían el oro por
transacción con las tribus vecinas. Trocaban esmeraldas, mantas y algodón por
oro. Aleaban el oro argentífero nativo en proporción variable con el cobre puro
y obtenían así aleaciones de color bronceado, conocidas en Colombia con el
nombre de tumbaga.
Construcciones y Casas
Las casas comunes eran de dos formas: unas cónicas y otras
rectangulares. Las primeras consistían en una pared en círculo echo de palos
enterrados como pilares más fuertes sobre los cuales se sostenía de lado y lado
un doble entre tejido de cañas cuyo intersticio era tupido de barro. El techo
era cónico y cubierto de pajas aseguradas sobre varas la profusión de tales
construcciones en forma cónica en la sabana de Bogotá, dio origen a que Gonzalo
Jiménez de Quezada le diera a esta altiplanicie l nombre de Valles de los
Alcázares.
Las construcciones rectangulares consistían en paredes
paralelas también de bahareque, como las anteriores, con techo en dos alas en
forma rectangular.
Tanto las construcciones cónicas como las rectangulares
tenían puertas y ventanas pequeñas. En el interior el moblaje era sencillo y
consistía principalmente en camas hechas también de cañas, llamadas barbacoas,
sobre las cuales se tendía gran profusión de mantas; los asientos eran escasos
pues los indígenas solían descansar en cuclillas en el suelo. Además de las
casas comunes existían otras dos clases de construcciones: una para los señores
principales, probablemente jefe de tribu y de clan, y otras para los jefes de
las confederaciones chibchas, como los Zaque y los Zipas.
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